


A veces, para diseñar mejor, hay que moverse. No solo de proyecto en proyecto, sino de lugar en lugar. Cambiar de ciudad, de idioma, de ritmo. Descentrarse.
Porque la forma en que habitamos el mundo condiciona la forma en que lo imaginamos. Y para diseñar otros futuros posibles, a veces hay que cambiar el presente que pisamos.
🌍 El mundo como archivo
Cada sitio tiene su propio diseño invisible.
Hay ciudades donde el tiempo se alarga como un hilo tibio. Otras donde cada minuto pesa como una notificación sin leer. Hay lugares que se piensan a escala cuerpo, y otros que solo se entienden en coche. Lugares donde la vida sucede hacia fuera, en lo público, y otros donde todo se repliega hacia adentro.
Vivir en distintos lugares te obliga a redibujar tus mapas mentales. Lo que dabas por hecho deja de ser norma. Lo obvio se vuelve extraño. Y ahí, en ese extrañamiento, es donde nace una nueva mirada. Una mirada que ya no da por sentada la interfaz de lo cotidiano. Que empieza a sospechar que todo es diseño —hasta la forma en que te saludan en la panadería.
Y por suerte, en los últimos 5 años he vivido en 5 ciudades distintas: Jerez, San Fernando, Lebrija, Yuncos y ahora Illescas. Y créeme, para una andaluza el pasar de despeñaperros esta bien para algunas cosas, pero para otras, la raíz es la raíz y a veces cuesta ubicarse.
🧭 El lugar como extensión del criterio
El lugar desde el que diseñamos no es solo geográfico.
Es también simbólico, político, sensorial.
No es lo mismo diseñar desde una gran ciudad que desde un pueblo. Desde la urgencia que impone el centro, o desde la calma que ofrece el margen. Desde un lugar que te abraza o desde uno que te aprieta.
Y ese lugar influye —sí o sí— en lo que consideramos válido, relevante, deseable.
Por eso para mí, habitar bien también es parte del trabajo. Elegir entornos que nutran, que empujen a pensar distinto. Que cuestionen mis automatismos. Que me recuerden que no hay una sola manera de hacer las cosas.
También reconocer cuándo un lugar ya no encaja con quien estás siendo o queriendo ser. Porque diseñar también es eso: saber cuándo moverse, y me da la sensación de que pronto voy a necesitar moverme de nuevo…
🪞 Lugares que cambian
Cada vez que he vivido en un lugar diferente, he conocido una versión nueva de mí. Y con ella, una forma distinta de diseñar. Más atenta. Más libre. Más híbrida.
Porque cuando cambia el entorno, cambia la escucha. Cambian las preguntas. Cambia el ritmo con el que uno piensa. Incluso cambia el acento.
Y si cambia el acento, cambia el habla, cambia la mirada y cambian las decisiones.
Y si cambian las decisiones, cambia el diseño.
🧶 Un cierre (muy abierto)
No siempre podemos mudarnos de ciudad, de país, de vida. Pero sí podemos diseñar entornos internos que nos empujen a mirar más allá de nuestras coordenadas.
· Leer otras voces.
· Escuchar otros acentos.
· Romper el algoritmo.
Y, cuando se puede, salir a caminar otras calles. Tomar café en otro idioma. Perderse para encontrar otras formas de entender lo cotidiano.
Porque el mundo no cabe en un solo lugar.
Ni en un solo criterio.
Ni en una sola forma de diseñar.
A veces, para diseñar mejor, hay que moverse. No solo de proyecto en proyecto, sino de lugar en lugar. Cambiar de ciudad, de idioma, de ritmo. Descentrarse.
Porque la forma en que habitamos el mundo condiciona la forma en que lo imaginamos. Y para diseñar otros futuros posibles, a veces hay que cambiar el presente que pisamos.
🌍 El mundo como archivo
Cada sitio tiene su propio diseño invisible.
Hay ciudades donde el tiempo se alarga como un hilo tibio. Otras donde cada minuto pesa como una notificación sin leer. Hay lugares que se piensan a escala cuerpo, y otros que solo se entienden en coche. Lugares donde la vida sucede hacia fuera, en lo público, y otros donde todo se repliega hacia adentro.
Vivir en distintos lugares te obliga a redibujar tus mapas mentales. Lo que dabas por hecho deja de ser norma. Lo obvio se vuelve extraño. Y ahí, en ese extrañamiento, es donde nace una nueva mirada. Una mirada que ya no da por sentada la interfaz de lo cotidiano. Que empieza a sospechar que todo es diseño —hasta la forma en que te saludan en la panadería.
Y por suerte, en los últimos 5 años he vivido en 5 ciudades distintas: Jerez, San Fernando, Lebrija, Yuncos y ahora Illescas. Y créeme, para una andaluza el pasar de despeñaperros esta bien para algunas cosas, pero para otras, la raíz es la raíz y a veces cuesta ubicarse.
🧭 El lugar como extensión del criterio
El lugar desde el que diseñamos no es solo geográfico.
Es también simbólico, político, sensorial.
No es lo mismo diseñar desde una gran ciudad que desde un pueblo. Desde la urgencia que impone el centro, o desde la calma que ofrece el margen. Desde un lugar que te abraza o desde uno que te aprieta.
Y ese lugar influye —sí o sí— en lo que consideramos válido, relevante, deseable.
Por eso para mí, habitar bien también es parte del trabajo. Elegir entornos que nutran, que empujen a pensar distinto. Que cuestionen mis automatismos. Que me recuerden que no hay una sola manera de hacer las cosas.
También reconocer cuándo un lugar ya no encaja con quien estás siendo o queriendo ser. Porque diseñar también es eso: saber cuándo moverse, y me da la sensación de que pronto voy a necesitar moverme de nuevo…
🪞 Lugares que cambian
Cada vez que he vivido en un lugar diferente, he conocido una versión nueva de mí. Y con ella, una forma distinta de diseñar. Más atenta. Más libre. Más híbrida.
Porque cuando cambia el entorno, cambia la escucha. Cambian las preguntas. Cambia el ritmo con el que uno piensa. Incluso cambia el acento.
Y si cambia el acento, cambia el habla, cambia la mirada y cambian las decisiones.
Y si cambian las decisiones, cambia el diseño.
🧶 Un cierre (muy abierto)
No siempre podemos mudarnos de ciudad, de país, de vida. Pero sí podemos diseñar entornos internos que nos empujen a mirar más allá de nuestras coordenadas.
· Leer otras voces.
· Escuchar otros acentos.
· Romper el algoritmo.
Y, cuando se puede, salir a caminar otras calles. Tomar café en otro idioma. Perderse para encontrar otras formas de entender lo cotidiano.
Porque el mundo no cabe en un solo lugar.
Ni en un solo criterio.
Ni en una sola forma de diseñar.
A veces, para diseñar mejor, hay que moverse. No solo de proyecto en proyecto, sino de lugar en lugar. Cambiar de ciudad, de idioma, de ritmo. Descentrarse.
Porque la forma en que habitamos el mundo condiciona la forma en que lo imaginamos. Y para diseñar otros futuros posibles, a veces hay que cambiar el presente que pisamos.
🌍 El mundo como archivo
Cada sitio tiene su propio diseño invisible.
Hay ciudades donde el tiempo se alarga como un hilo tibio. Otras donde cada minuto pesa como una notificación sin leer. Hay lugares que se piensan a escala cuerpo, y otros que solo se entienden en coche. Lugares donde la vida sucede hacia fuera, en lo público, y otros donde todo se repliega hacia adentro.
Vivir en distintos lugares te obliga a redibujar tus mapas mentales. Lo que dabas por hecho deja de ser norma. Lo obvio se vuelve extraño. Y ahí, en ese extrañamiento, es donde nace una nueva mirada. Una mirada que ya no da por sentada la interfaz de lo cotidiano. Que empieza a sospechar que todo es diseño —hasta la forma en que te saludan en la panadería.
Y por suerte, en los últimos 5 años he vivido en 5 ciudades distintas: Jerez, San Fernando, Lebrija, Yuncos y ahora Illescas. Y créeme, para una andaluza el pasar de despeñaperros esta bien para algunas cosas, pero para otras, la raíz es la raíz y a veces cuesta ubicarse.
🧭 El lugar como extensión del criterio
El lugar desde el que diseñamos no es solo geográfico.
Es también simbólico, político, sensorial.
No es lo mismo diseñar desde una gran ciudad que desde un pueblo. Desde la urgencia que impone el centro, o desde la calma que ofrece el margen. Desde un lugar que te abraza o desde uno que te aprieta.
Y ese lugar influye —sí o sí— en lo que consideramos válido, relevante, deseable.
Por eso para mí, habitar bien también es parte del trabajo. Elegir entornos que nutran, que empujen a pensar distinto. Que cuestionen mis automatismos. Que me recuerden que no hay una sola manera de hacer las cosas.
También reconocer cuándo un lugar ya no encaja con quien estás siendo o queriendo ser. Porque diseñar también es eso: saber cuándo moverse, y me da la sensación de que pronto voy a necesitar moverme de nuevo…
🪞 Lugares que cambian
Cada vez que he vivido en un lugar diferente, he conocido una versión nueva de mí. Y con ella, una forma distinta de diseñar. Más atenta. Más libre. Más híbrida.
Porque cuando cambia el entorno, cambia la escucha. Cambian las preguntas. Cambia el ritmo con el que uno piensa. Incluso cambia el acento.
Y si cambia el acento, cambia el habla, cambia la mirada y cambian las decisiones.
Y si cambian las decisiones, cambia el diseño.
🧶 Un cierre (muy abierto)
No siempre podemos mudarnos de ciudad, de país, de vida. Pero sí podemos diseñar entornos internos que nos empujen a mirar más allá de nuestras coordenadas.
· Leer otras voces.
· Escuchar otros acentos.
· Romper el algoritmo.
Y, cuando se puede, salir a caminar otras calles. Tomar café en otro idioma. Perderse para encontrar otras formas de entender lo cotidiano.
Porque el mundo no cabe en un solo lugar.
Ni en un solo criterio.
Ni en una sola forma de diseñar.
OTROS PROYECTOS


