Hace más de un siglo de “La Belle Époque”, llamada la edad bonita o aquellos locos años veinte, una época que sirvió de antesala para lo que hoy somos y encaminamos a ser; en el fondo no hemos cambiado tanto.
Aquellos años estuvieron marcados por un ímpetu de nuevos valores, del fomento del capitalismo y el surgimiento de un #loving en ciencia y progreso: ser progre estaba de moda. Se sucedían los inventos como la electricidad y sus posibles usos, causaban furor. En Francia se inauguraba la primera red de metro en 1900 (Véase el fracaso de su diseño) y la telegrafía sin hilos de Marconi cruzaba el océano Atlántico, teniendo un parón por la primera guerra y deslumbrando ese arranque de siglo.
Pero los años 20 brillaron y se expandieron al finalizar la primera guerra en 1918, expandiéndose esta vez sí desde los Estados Unidos (el gran beneficiado y ganador de la época). Esto contribuyó a contagiar un espíritu de expansión y deseos de vivir en otro rango para pasar pronto las desgracias vividas, donde la exuberancia en el arte, la arquitectura, la vestimenta y la música se vio gratamente favorecida cómo se podía ver en aquel Paris.
Mujeres y jóvenes buscaban mayor libertad, se renegaban de los dogmas y se perdía la vergüenza; lo malo hoy día es que somos herederos narcisistas natos de esos años: Somos la sociedad de las suscripciones.
Por aquel entonces, se empezaban a usar algo parecido al teléfono de hoy, comenzamos a tener automóviles y todo tipo de tecnologías que nos facilitaban un poco más la vida diaria a pesar de su enorme coste. Así nació un concepto que hoy día tenemos más que normalizado: el pago a crédito y las cuotas (o la antesala de las ya asimiladas suscripciones a productos y servicios). La realidad al igual que hoy, es que nos seguimos esclavizando por encima de nuestras posibilidades y por la ansia de tenerlo todo de forma inmediata.
Y en cuanto a lo que nos toca, el sector tampoco ha cambiado tanto. Bueno, quitando la revolución digital/tipográfica, el auge del ordenador personal y los smartphones, poca broma, pero la filosofía es la misma: el goce de lo estético.
Por aquellos años, el Art Déco con su estilo de motivos geométricos y ornamentales cubría medio mundo. Un estilo surgido para el escándalo del virtuosismo y donde la funcionalidad no tenía ninguna importancia; decorar y mostrar -muy en la línea del selfie, los tiktokers y el blanding-.
Y después de un siglo seguimos sin aprender nada, o eso parece; llevamos utilizando el diseño para lo mismo y al más puro estilo Art Déco. Los años veinte no han llegado, mas bien nunca se fueron y la caverna de Platón sigue más oscura que nunca.
👂🏼 ¿Y tú, que piensas?
Mujeres y jóvenes buscaban mayor libertad, se renegaban de los dogmas y se perdía la vergüenza; lo malo hoy día es que somos herederos narcisistas natos de esos años: Somos la sociedad de las suscripciones.
Por aquel entonces, se empezaban a usar algo parecido al teléfono de hoy, comenzamos a tener automóviles y todo tipo de tecnologías que nos facilitaban un poco más la vida diaria a pesar de su enorme coste. Así nació un concepto que hoy día tenemos más que normalizado: el pago a crédito y las cuotas (o la antesala de las ya asimiladas suscripciones a productos y servicios). La realidad al igual que hoy, es que nos seguimos esclavizando por encima de nuestras posibilidades y por la ansia de tenerlo todo de forma inmediata.
Y en cuanto a lo que nos toca, el sector tampoco ha cambiado tanto. Bueno, quitando la revolución digital/tipográfica, el auge del ordenador personal y los smartphones, poca broma, pero la filosofía es la misma: el goce de lo estético.
Por aquellos años, el Art Déco con su estilo de motivos geométricos y ornamentales cubría medio mundo. Un estilo surgido para el escándalo del virtuosismo y donde la funcionalidad no tenía ninguna importancia; decorar y mostrar -muy en la línea del selfie, los tiktokers y el blanding-.
Y después de un siglo seguimos sin aprender nada, o eso parece; llevamos utilizando el diseño para lo mismo y al más puro estilo Art Déco. Los años veinte no han llegado, mas bien nunca se fueron y la caverna de Platón sigue más oscura que nunca.
👂🏼 ¿Y tú, que piensas?